lunes, 3 de octubre de 2016
jueves, 29 de septiembre de 2016
Fichas de Identidad. Jeannette Miller. Poemas.1985
Retrato de Jeannette Miller
Cuando de ella se trata tenemos que estar precavidos. Llega y te
sorprende: ojos ansiosos, una sonrisa ligeramente azul, beatífica, como de niña
a la que se ha concedido una temprana Primera Comunión; voz algo ronca, cálida
y con ribetes agudos, que te atrapa de inmediato en sus modulaciones y por
donde empezamos a adivinar que grandes cantidades de lava subyacen en aquel
cuerpecito indefenso y volcánico.
Niña-poeta, mujer-niña, pequeñez contráctil que se va desdoblando hasta
llenar la casa con sus ademanes que giran como las aspas furiosas de un
molino, y hay un momento en que ella ya no cabe allí, en que ha invadido toda
nuestra realidad hasta que la totalidad de las cosas forma parte de su ser. Y
sin embargo, mírenla ovillada en el sillón, como una gata ronro-neante,
secreteando en el oído del que escucha sus experiencias inefables.
Lo primero es el nombre exótico, plagado de letras mellizas, enes como
senos en descanso, las tes fálicas (también podemos pensar que se disparan a lo
alto como dos piernas desnudas); así desde la jota sicalíptica echada sobre el
papel con indolencia hasta el Miller remoto, sobrio, paternal, al que debemos
llegar con implícita ternura, sin hacer mucho énfasis en ello, porque entonces
tendríamos que rasgar los secretos de la noche y del espacio, hurgar en un
sentimiento de su uso exclusivo que ella descubre alguna vez en la soledad de
su lecho, cuando las lágrimas han dejado de ser algo vergonzante. La añoranza
del padre llega a emocionarnos en versos como estos:
y me marcho
en mi platillo volador
de stainless
Steel
a recorrer
el cielo.
En medio de tantas rebeldías encontramos un acento que la salva de la
amargura y es lo afectivo, la naturaleza de sus recuerdos, donde los abuelos no
abuelos se confunden con los tíos postizos (Juan Francisco Sánchez, Franklin
Mieses Burgos), con la fidelidad a los amigos ausentes y hasta podemos decir
que aquello que se convierte en blanco de blasfemias conserva para ella una
idealidad emocionante, como si luchara con un sentimiento de amor y de ternura
que amenaza siempre con vencerla.
Una rebelde amorosa, eso sería ella si quisiéramos catalogarla en una
unidad congruente. Por eso las asperezas y bofetadas que recibimos leyendo sus
versos golpean sin herirnos. Podemos protestar, a ratos, sobre tal o cual
impudicia (''nunca me ha gustado cepillarme los dientes después de las comida”),
falta de consideración, atentado contra el equilibrio y las buenas costum-bres,
donde la maestra llena de erudición que es ella y la crítica de arte llena de
agudeza, caen fulminadas, atravesadas por los proyectiles de su propio
lenguaje. Pero esto es desastre que se reserva a los lectores desprevenidos;
siempre habrá al final una transfiguración en el plano personal, como si
después de cerrado el libro se nos dijera: “peor para ti si me has creído”.
Porque estas Fichas de Identidad
son el historial clínico de una curación; representan una catarsisdonde cada
bofetada es un llamado al orden, el correctivo a un estallido de histeria.
Casi inmediatamente podemos comprobar que estamos al borde de lo
inefable, que el poeta maldito que nos ha mostrado sus garras es una buena
lectora de Sara Ibáñez, de Rosario Caste-llanos y de Jaime Sabines, y que en
algún balcón próximo a su casa las vampiresas de Hollywood (Ava Gardner, Marilyn
Mon-roe) le hacen señas amistosas. Nos sobresaltamos cuando dice por ahí algo
tan inconveniente como esto: “soy un ser informe e impotente que dispone sus
versos sin creer en ellos”. Pero en otra parte nos tropezamos con el mentís:
“me gustaría / poder morir debajo
de una mata inmensa de anacauita /
escribiendo mis versos”.
Aquí los extremos se tocan. No debe suponerse que una de estas
posiciones es la falsa y otra la verdadera. Las dos son igualmente válidas,
responden en su contradicción a la unidad humana que es la poetisa (perdón por
el femenino) tiran cada una por su lado para que al centro permanezca ella
victoriosa, salvada del desastre.
Porque Jeannette Miller es muchas cosas, todas auténticas, aunque en
estas fichas el énfasis se haya cargado hacia el aspecto furibundo, escondiendo
a la muchachita del lazo de organdís que una vez debutara en La Zapatera Prodigiosa y que se movía en
la escena con la ingravidez de un pájaro. Pero ahí están las dos, mellizas como
las enes, tes y eles de su nombre, la feroz y la dulce, la altisonante y la
soñadora.
Una cosa es cierta: Jeannette Miller, a la vez que se autoanaliza, desea
involucrar con ello a la sociedad en que vive. Más que luchar por cambiar las
costumbres (por supuesto, bien que lo desearía) ella lucha por el
conocimiento, porque las gentes se conozcan a sí mismas y sepan que debajo de
cada ángel de la guarda hay un demonio programando sus acciones. Ella no cree
en esa pureza hecha de fórmulas porque, para decirlo con palabras de Nicolás
Guillén, es “la pureza del que se da golpes en el pecho y dice santo, santo,
santo, / cuando es un diablo, diablo, diablo”.
Estar en trato constante con ese diablo es el propósito de la autora,
por lo que su libro se convierte en una especie de exorcismo. La literatura
dominicana no había tenido antes tales arrestos de violencia. Aida Cartagena
en La Tierra Escrita podría ser el
antecedente inmediato de este libro, aunque el tono social le daba a sus poemas
connotaciones más dirigidas a un fin colectivo. El libro de Jeannette Miller,
en cambio, es una expe-riencia eminentemente personal, anti-poética y
anti-prosística, ya que parece escrito con el propósito de que no se la
encasille, casi al correr de la pluma, como si con una mirada atrás pudiera
sobrevenirle la destrucción.
Documento humano de gran interés para nuestras letras, aquejadas por
tanto tiempo de gazmoñería. Con buenas costum-bres solamente no se hacen los
versos, como tampoco pueden hacerse con malacrianzas. El poema debe ser, pues,
lo más auténtico del hombre. Quedar integrado en él es el objetivo principal
del creador. Jeannette Miller es sincera en su obra, pero creemos que sobre
esta sinceridad suya aún hay otra más profunda esperando salir a flote, lo que
al fin nos traerá las vivencias escondidas de la autora en toda su verdad y
esplendor.
Porque su íntima verdad ya se adivina en poemas tan simples y auténticos
como este:
“Debajo del día con sol, flores
hojas que se abren
boca que también se abre de hastío,
surco la inmensa plataforma en busca de Dios”
miércoles, 7 de septiembre de 2016
Un poema de Jhony Almonte
Las Aguas de la Sabiduría
Ya pasó el tiempo del "ta...ta..."
Atrás quedó aquello de "el bobo es mío".
La amada soledad me vio crecer,
sin la dulzona compañía de Facebook y Whasapp.
Un millón de libros llaman insistentes a mi puerta,
mientras las aguas de la sabiduría me acarician.
Una sorprendente e inesperada cascada de autores y poemas,
made in Dominican Republic,
pone a vibrar mi corazón sediento,
hasta casi estallarlo en mil pedazos.
De repente
hace su aparición un hada refulgente,
poema encarnado,
y me arenga retadora:
¡No temas!
¡Sumérgete!
¡Aplaca la sed que te devora
y entremos victoriosos al Reino de Sophía!
Jhony Almonte
jueves, 25 de agosto de 2016
Entre la sobrevivencia y el miedo: mujer, literatura, globalización y disidencia.
Por Jeannette Miller
Conferencia magistral pronunciada en el XIII Congreso de Literatura de la AILCFH. 2002.
Por su
ubicación geográfica, en el
corazón de las Antillas, República Dominicana ha gozado de un entorno paradisíaco, donde la piratería, en todos los órdenes, ha
entronizado como leyes “el azar y la violencia”. Terreno ideal para trasiego y trueque, nuestra historia ha estado
marcada por hechos
convulsivos. Nos hemos visto obligados a
crecer entre gobiernos
cortos, dictaduras largas,
ciclones, terremotos y
ocupaciones, condicionantes que nos han
hecho como lo que hoy
somos, y que el gran pintor dominicano Eligio Pichardo definió como
Sobrevivientes de Barlovento.
Nuestra
cultura, muy similar a las
Antillas de habla hispana, Cuba y Puerto Rico, se diferencia de éstas por el
alto grado de mezcla racial que se ha llevado a cabo entre negros y blancos.
Esta particularidad ha aportado una serie de variables que se
hacen sentir en el área de las simbolizaciones.
La
lengua, instrumento básico de la creación literaria y de la cultura, se ha enriquecido con vocablos,
ritmo y significaciones que la singularizan. Hablamos y escribimos un español dominicano.
Estas condicionantes han dado forma a la identidad dominicana, una
identidad que desde nuestra declaración de independencia, el 27 de febrero de
1844, ha venido edificándose como sinónimo de dominicanidad.
Dominicanidad
es un término en permanente definición pautado por la búsqueda de lo que
somos; en consecuencia, la dominicanidad no podría construirse sin el registro de nuestras costumbres,
creencias y formas de enfrentar la vida.
Pero como no tener idea de lo que se es, resulta una
condición definitoria del hombre globalizado de hoy, la lucha por mantener esa
memoria, rescatarla y difundirla, es una lucha de sobrevivencia.
Latinoamérica como diversidad cultural, como caos
político y económico, se presenta ante la aldea global como terreno ideal para la
diversión y la devastación. Lo típico, un concepto que nos pone en la palestra
mundial llenos de colorines, música, ingenuidad y subdesarrollo, nos confirma
como un destino atractivo para vacaciones y negocios jugosos; en este orden de
ideas, el Caribe, con sus islitas paradisíacas, ron, playas, cocoteros y clima
cálido, se destaca como punto prioritario en las agencias de viajes de los
países desarrollados a nivel de guías turísticas e internet. Pero, ¿y nosotros?
Nosotros para ellos,
somos los ciudadanos de ningún lugar, los mulatos sin historia, los cuerpos
cimbreantes, la carne de matadero que disfrutan en un momento y que luego
tratan de olvidar con cierto complejo de culpa.
Nosotros para
nosotros, somos los "sobrevivientes de Barlovento", los resucitados
de los huracanes y los terremotos,
los aprendices del trasiego y
la trampa, los ganadores-perdedores de las revoluciones y los
levantamientos, los resultados de mezclas permanentes donde, por lo menos en La
Hispaniola, no quedan vestigios indígenas, porque ya, a un Siglo de la
conquista fueron exterminados, y donde la negritud, que no admitimos porque
todavía se asocia con esclavitud, es un elemento clave en nuestras
manifestaciones.
Pescar en mar
revuelto, mantener la nebulosa que cubre nuestra verdadera historia, ha sido y
es un objetivo de primer orden para los que nos compran y nos venden.
Nuestras respuestas se enfrentan a un
diseño economicista globalizante que persigue borrar las particularidades
culturales con fines de crear un
mercado absoluto. En este contexto nuestra situación es de consumidores pasivos y servidores, en un mercado donde lo que ofrecemos no tiene cabida,
a priori.
Nuestros productos culturales, sólo son
aceptados en su versión inofensiva de objetos decorativos y folklóricos,
restándose trascendencia o ignorando aquella producción que establece
competencia y contradicción.
Insertos en este proceso de lucha permanente, los
escritores y escritoras dominicanos han tejido registros de lo acontecido,
permitiéndonos hurgar en nosotros mismos y en nuestro devenir histórico, y aportando así, respuestas a las
eternas preguntas: quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos.
Procesos de independencia, dictaduras, invasiones;
mezclas raciales, mulataje, negritud;
ciclones, terremotos, depredación…han ido forjando una identidad abierta
y contestataria, unos seres
humanos creativos que producen
alternativas ante situaciones devastadoras.
Esos seres humanos han producido textos que registran,
además, una realidad subyacente en que la sublimación de la vida y la muerte, de la felicidad apenas atisbada se mantiene como filosofía de
vida. En la producción de estos textos las mujeres han jugado y juegan un papel
preponderante, pues han sabido
utilizar ese tono de sensibilidad que las
permeabiliza ante la verdad; esa especial capacidad de llegar a conclusiones;
ese apabullante sentido de síntesis; ese conocimiento profundo de la realidad
Si echamos un vistazo a nuestra historia literaria
vemos que hasta hace poco se resumía un siglo de literatura dominicana hecha
por mujeres en cuatro o cinco nombres. Es sólo en los últimos treinta años cuando se ha ido abriendo el
abanico y los nombres ignorados se han presentado al conocimiento de las
generaciones actuales.
Y es que ese hombre sometido produce a su vez una
sociedad dictatorial o paternalista que anula, pretendiendo ignorar, la
participación de la mujer. En este patrón social, el carácter contestatario del
oficio literario resulta peligroso
Basta con que una mujer diga es escritora
para que inmediatamente se le catalogue como disidente social. No importa que
llene a plenitud la función hogareña y hasta la profesional, desde el punto de
vista de la productividad económica. Inmediatamente esa mujer exige tiempo para escribir, está subvirtiendo
el papel que nuestra sociedad le asigna, haciéndose acreedora de enfoques
peyorativos, que ante todo
persiguen culpabilizarla.
En el otro extremo, esa misma
sociedad ofrece apoyo al hombre
para que participe en la oferta cultural de manera exitosa. Los hombres dirigen
las publicaciones, encabezan las instituciones, forman capillas, se reparten
los premios, se empujan a los puestos académicos… y sólo cuando el
trabajo de una mujer demuestra mayor calidad que la obra media masculina, ésta
logra que se le mencione sin ubicaciones de género junto a los
varones que hacen lo mismo que ella
Pero todos sabemos que los textos hechos
por mujeres han jugado un papel preponderante en nuestra literatura. .
Salomé Ureña fue una de las figuras más
importantes del llamado Renacimiento Dominicano que se produce a fines
del Siglo XIX, después del afianzamiento de nuestra Independencia. Su poesía,
que trató temas patrióticos, históricos y civilistas, es uno de los más altos
referentes de la producción de esa época. Fue una de las primeras discípulas de
Hostos y pionera de la educación
secundaria para mujeres, sistema en el que aplicó los criterios del
positivismo.
Igualmente, el
modernismo dominicano tiene una de sus grandes figuras en Altagracia
Saviñón, quien al publicar Mi Vaso Verde en 1903 asegura un lugar permanente en
nuestra literatura.
Ensayistas como Flérida de Nolasco y Camila Henríquez
Ureña ocupan la primera mitad del siglo XX; Nolasco registrando nuestras
costumbres y nuestro folklore, Camila Henríquez realizando una obra crítica que
importantiza el papel de la mujer,
distinguiéndose además, como una teórica del feminismo.
Dentro del grupo de españoles y judíos que llegaron al
país a lo largo de la década de 1940, María Ugarte, periodista, historiadora y
crítica de arte, se convierte en
una de las figuras principales en el rescate y registro del patrimonio arquitectónico colonial. Directora
por más de 30 años, del Suplemento Cultural del periódico El Caribe, Ugarte
ayudó a la formación de grupos literarios como la Generación del 48, y a
movimientos artísticos como Proyecta y Nueva Imagen.
En 1943 surge el movimiento La Poesía Sorprendida que
perseguía una puesta al día con los lenguajes universales y publica una revista
con el mismo nombre. Casi al mismo tiempo salen los Cuadernos Dominicanos de
Cultura. En estas publicaciones, las más importantes de la época, se dan a
conocer los primeros textos de dos grandes nombres de la literatura dominicana:
Hilma Contreras y Aída Cartagena.
Los cuentos de Hilma Contreras proponían una hechura moderna
que rompía con el anterior realismo de la tierra. La escritora presentaba situaciones
sustentadas por un tejido
sicológico que a veces tocaba lo surreal e introducía en la literatura
dominicana los patrones del existencialismo. Sus ambientes e imágenes formaban la nebulosa del cuento, donde rechazo, violencia y muerte, se vestían de un ropaje
cotidiano en que los detalles alcanzaban proporciones de tragedia.
Otra característica que definía su obra era que las mujeres eran el centro de
sus narraciones.
Por su parte, Aída Cartagena sorprendía
con una poesía en la que introducía elementos gráficos y coloquiales, logrando
textos contemporáneos que comunicaban verdades como la soledad y el rechazo, y
que la ubicaron como una de las figuras más relevantes de la Poesía
Sorprendida. Poeta, novelista, cuentista, crítica de arte, cineasta, editora,
Cartagena formó parte de la vanguardia literaria dominicana hasta su muerte, en
1994.
Después del ajusticiamiento de Trujillo en
1961, la rapidez de los cambios que experimentaba una sociedad en convulsión
produjo cuentistas y poetas como Grey Coiscou y Jeannette Miller. Estas
escritoras trabajaron los atropellos, las persecuciones y las muertes
cotidianas, propias del régimen. Más tarde plasmarían el desencanto producido
por la convicción de que toda esa lucha sólo había servido para que la
injusticia cambiara de nombre.
En 1965, y después de la contienda de
Abril, surge el grupo de los escritores de Post-Guerra. Entre ellos, Soledad
Alvarez incursiona en la poesía y el ensayo. Sus versos de cuidada factura, son
los primeros en trabajar el erotismo como eje existencial, dentro de una
atmósfera ritual llena de
trascendencia.
En la década de l980 el primer libro de
cuentos de Ángela Hernández (Alótropos,1989) causa revuelo. Esta autora también
publica poemas y ensayos, pero es su prosa poética la que conmueve, al abordar
situaciones comunes entroncadas en un tejido espacio-tiempo que traspasa la inmediatez
y se convierte en eje totalizante.
Novelista de éxito, editora, feminista… la obra de Ángela Hernández
resulta un referente obligatorio para conocer la literatura dominicana de los
últimos veinte años.
Casi al mismo tiempo, Chiqui Vicioso, Martha
Rivera, Carmen Sánchez, Ylonka Nacidit, Carmen Imbert, Ligia Minaya, Emilia
Pereyra
y muchas otras más, dan forma a una
producción contemporánea que abarca teatro, novela poesía, cuento… demostrando
niveles de calidad.
Ellas se enmarcan en un período en que los
derechos de la mujer se han establecido y luchan por su lugar con trabajos que se nutren de
la literatura dominicana anterior y de los textos universales que sirven a su
concepción estética, creando nuevos referentes que se relacionan con su propia
vivencia y con los elementos que definen su época. Todo es posible en estos
escritos que echan a un lado el estigma de la “vergüenza femenina” para
construir opciones diferentes.
Es innegable que las escritoras dominicanas han
producido muchos de los mejores textos de la literatura nacional y esa
producción debe ser objeto de estudio, rescate y difusión. A esto ayuda que la
literatura hecha por mujeres se encuentra hoy en su mejor momento puesto que ya
existe un mercado para los textos femeninos. Pero ¡ojo!. Cuidado con caer en la
trampa de la demanda, que una vez que te envuelve, te pauta, te exige, te
manipula. Recordemos que el mercado global tiene su idea de lo que debemos ser:
folklor, erotismo, tipicismo intrascendencia, placer, divertimento; nunca competencia y
contradicción.
No perdamos de vista que, ante todo, escribir
es un oficio de soledad, y la hechura del texto, un proceso de encuentro y liberación.
Los dominicanos hemos vivido en medio de
una contienda cultural, donde el
manejo permanente de la crisis nos ha hecho contestatarios.
Erotismo, religión, rechazo a las nuevas formas de
agresión, indefensión social,
bestiarios, tratamientos
orgánicos y sensualistas, mezclas
de lo culto y lo popular, imágenes mutantes mezclando los mitos grecolatinos
con las creencias africanas, personajes de la nueva cultura televisiva,
testimonios de las condiciones de
vida de los más necesitados, cotidianidad política, alienación propagandística,
injusticia social y sometimiento de la mujer… son las alternativas que hoy nos ponen a pensar,
que nos permiten dudar y por lo tanto nos ayudan a entrar al acto reflexivo de la libertad.
Esa libertad es la única opción que nos
permite existir y permanecer, enriqueciendo y afirmando la memoria cultural de
nuestra nación
Las escritoras de hoy encabezamos esas respuestas.
Las escritoras dominicanas somos
sobrevivientes de la sobrevivencia. Focos de luz en medio de una noche inmensa
de agresiones y sometimientos. Hemos mantenido la memoria a golpe de zarpazos.
Nos hemos enfrentado al exterminio, defendiendo lo que somos. Hemos salido
vivas de las tumbas que nos cavaron desde siempre. Y aquí estamos.
Poesía y pintura dominicanas: una relación que permanence.
En numerosas ocasiones
se ha calificado un cuadro de poético y un poema de pictórico, sinembargo la
relación entre poesía y artes visuales va más allá de una frase hecha, que
muchas veces nos saca de apuros frente a la incapacidad de precisar sobre
determinadas imágenes.
No es mentira que
leyendo un poema nos han surgido asociaciones entre la palabra del poeta y el
modo visual de determinado pintor o dibujante; una afinidad de temas y estilos,
de lenguajes que podrían resultar equivalentes por actuar como traducción el uno del otro. Esta
familiaridad, aunque se ha dado dentro de marcos epocales y generacionales,
muchas veces ha trascendido estos parámetros
Dentro de estas
coincidencias espontáneas o voluntarias, las hay de estilo y de tema; se puede
coincidir en tema y no en estilo, o en estilo y no en tema. Muy pocas veces la coincidencia es total.
Cuando nos referimos a
un poema y hablamos de estilo pictórico, hacemos hincapié en que utiliza
metáforas visuales, imágenes coloristas y gráficas que remiten a una asociación de forma y color donde los
elementos se encuentran sostenidos
en el espacio. En la poesía pictórica lo descriptivo es preponderante.
Al calificar un cuadro
de poético aludimos a la capacidad lírica de su interpretación visual, es decir
” a la relación entre el yo y el mundo circundante” que establece el pintor, a su personal interpretación del mundo y de las
cosas. Bajo este entendido, olvidamos
que también es poesía lo épico y
lo dramático.
Además de la
identificación de temas y modos de plasmar esos temas, no ajena a los nexos de
época y por lo tanto de
ideología; es innegable que la
afinidad entre pintura y poesía se ha producido por esa necesidad de complementación entre lo verbal y lo
visual.
Tres tipos de
correspondencia: la involuntaria o coincidencial, la epocal- generacional y la intencional, se han venido produciendo a lo largo de la historia de la
cultura. En este trabajo se aluden indistintamente algunos de los que se han
producido en nuestro país, en interés de crear un marco de referencia que pueda
ser profundizado en el futuro.
De los primeros nexos
entre poesía y pintura nos habla Emilio Rodríguez Demorizi en su libro Pintura y Escultura en Santo Domingo, citamos: “... a la Oda a la Industria Agrícola de José
Joaquín Pérez, corresponde el óleo de Bonilla sobre el mismo tema; a Ruinas de Salomé Ureña, los óleos de
Bonilla y de Desangles de nuestros viejos monumentos; al Caonabo de los versos de Pérez, corresponden los óleos de Desangles
y la estatua del indio de Abelardo.” 1.
“Así se entrelazan la
poesía y la pintura en los tiempos de Bonilla y de José Joaquín Pérez, de
Desangles y de Salomé Ureña, de Abelardo y de Gastón Deligne. Todo se mezcla en
el estrecho ámbito de la villa, todo se impregna de las mismas esencias en todo
arde el mismo fuego encendido al término de la dictadura baecista, al iniciarse
el fecundo período de la intelección de la idea nacional. El pintor cumple
entonces su destino civil, más avasallante y poderoso que su ideal artístico”. 2
Este período posterior a
1865, denominado por muchos Renacimiento Dominicano, enmarca una producción de
tanteos, de méritos de inicio, en que el positivismo hostosiano había calado en
una intelectualidad ávida de
valores y de ideales.
La entrada del Siglo XX
se ve signada por el asesinato de Ulises Hereaux (1899) y la invasión
norteamericana (1916) La tónica general es primero de inestabilidad y luego de
resistencia.. En poesía, los parnasianos y modernistas comparten con pintores
que ya conocen el impresionismo como Leopoldo Navarro y más tarde la gran
Celeste Woss y Gil. La figura de Abelardo Rodríguez Urdaneta ( fotógrafo, pintor
y escultor ) resulta central hasta su muerte en 1933. En la poesía de Fabio Fiallo, Altagracia Saviñón y Federico
Bermúdez, lo visual (color, objetos, formas,) es evidente: Fiallo: “La niña que
amo tiene tres cosas blancas: el seno en flor, las manos y la garganta”. 3 Saviñón: Mi vaso glauco, pálido y amado/ donde guardo mis
flores predilectas/ tiene el color de las marinas aguas, tiene el color de la
esperanza muerta. Bermúdez:” ...con la noche se entró por el oriente/ la luna ,
y al verter sus argentadas/ claridades silentes en las ruinas / bañó con sus
miradas argentinas.” 4. Sobre estos fragmentos de Bermúdez dice
Baeza Flores: “En Bermúdez nunca habrá un escándalo de tonos y su color lírico
será el de los pintores impresionistas más soñadores” 5 .
En la segunda década del
Siglo XX la experiencia del Vedrinismo (1912) no arroja nexos voluntarios con la producción plástica. Sinembargo,
lo pictórico sale en versos como éste de Vigil Díaz: “ Arboles de la villa
blanca de San Carlos:/ uno,/ dos,/ tres,/cuatro,/ cinco;/ cinco aortas llenas
de sangre./. Sobre este poema dice Baeza Flores: “ En el comienzo de Rapsodia de Vigil Díaz hay un doble
efecto. De una parte, la presencia de lo dominicano unido a un expresionismo
pictórico... de otra parte está la forma suelta de colocar en forma de verso
una simple enumeración, y la búsqueda de una especie de sentido gráfico en el
poema.” 6
La intención de hacer un
verso libre es común al Vedrinismo (1912) de Vigil Díaz y al Postumismo (1921)
de Moreno Jiménez. Los trabajos de ambos, que marcan pautas en la poesía dominicana, se producen en plena
invasión norteamericana (1916-1924).
En 1921, Domingo Moreno
Jiménez participa en la formación del Postumismo que persigue “Producir un movimiento dominicanista
capaz de anular la tradición” 7 En la poesía de Moreno Jiménez
encontramos versos, como
éstos: ” El sol dorando las enhiestas cumbres./En un jardín florido/mi amada se
recrea viendo correr un niño/ y
tras unos árboles diviso /vagos celajes de rosa y oro… 8
Entre los adeptos al movimiento postumista se encontró
el pintor puertoplateño Jaime Colson, hombre culto que compartió con escritores
y poetas. Sostuvo una estrecha amistad con Tomás Hernández Franco, para quien
hizo numerosas viñetas. Jaime Colson dejó un libro inédito de poemas en prosa,
los que, según Rubén Suro, pensaba
publicar bajo el seudónimo de Henry de Greene. Estos poemas presumiblemente
fueron escritos durante su primera estadía en Paris
(1924-1934).
En la década del 30, Jaime Colson forma junto a Yoryi
Morel y Darío Suro, el grupo de los
iniciadores de la pintura dominicana. Los pintores de los años 30 coinciden con
lo nacional y social del postumismo y con la revaloración de lo negroide como
parte de lo dominicano que proclamaban Los Nuevos, un grupo que se forma en La
Vega en 1936, bajo la premisa de “originalidad y la ruptura de los moldes
tradicionales a lo que se añadía una notoria tendencia al ideal americanista.” 9. Su figura más notable es el poeta
Rubén Suro quien trabajó la poesía social y negroide.
Entre los componentes
iniciales del grupo se encontraba Darío Suro, hermano de Rubén, quien además de pintor es crítico de
arte; Darío escribió versos en su primera juventud que nunca publicó. Es,
además, el autor del libro Arte Dominicano,
donde establece los parámetros para una evaluación estilística y generacional de las artes plásticas
dominicanas.
A partir de 1940 y con
la llegada de los artistas y profesores españoles y judíos, se crea una
interacción que motiva a la manifestación artística. En 1943 salen las
publicaciones Cuadernos Dominicanos de
Cultura y La Poesía Sorprendida, este último,
órgano del Movimiento del mismo nombre.
En un trabajo publicado
por Rafael Diaz Niese en el Núm 12. de Cuadernos
Dominicanos de Cultura y titulado Notas
Sobre el Arte Actual nos dice:
“El pensamiento cubista reivindica -¡ con cuán poderosa razón !- el derecho de
ir más allá de lo visible, enderezando sus investigaciones allende la
apariencia actual de las cosas. En lugar de reproducir los objetos
mecánicamente tal como podemos verlos por modo descriptivo o imitativo,
prefiere referirlos a un estado emocional o a las ideas que su estudio puede
suscitar en la mente. Es el mismo procedimiento de transposición que, sin
escandalizar a nadie, van siguiendo los modernos poetas. ¿Por qué, pues,
olvidar tan fácilmente que Ut
pictura, poesis?
He aquí para servirnos
de términos de comparación, algunos ejemplos tomados al azar de las obras de
algunos poetas dominicanos jóvenes:
...pero el grito del
hombre llena el aire/ de insensatas flores rojas,/grandes y húmedas como
cayenas./...
Eres algo más que un
recuerdo que viene/por un camino
trazado bajo aguas azules/con peces insomnes y algas tranquilas./
Héctor Incháustegui
Cabral
Nadie te cuenta mis
gozos/ de almidón de nube blanca!/
...por sus manos que son
panaderas/para el sol amasado en compases...
Pedro Mir
...antes de que tu voz
fuera color de trino/y tus ojos dos sombras salobres como algas
...la luna grande mojada
de canciones/la tierra azul y la mañana verde!
Franklyn Mieses Burgos
Cabellera/instantánea de
la lluvia con sol;/oro de la Biología;/charretera para un solo hombro.
No le temo al
gris-tristeza de esta tarde;/tu boca trae el rojo-alegre de los levantes mozos.
Rubén Suro.” 10
En este comentario Díaz
Niese incluye a cuatro de los poetas más importantes que surgen alrededor de
los años cuarenta: Rubén Suro de Los nuevos, Franklyn Mieses Burgos de la
Poesía Sorprendida, Pedro Mir e Incháustegui Cabral de los poetas que se han
denominado como los Independientes del 40.
Ya dijimos que en la
década del 40 hay un renacer cultural en el que la inyección de
contemporaneidad traída por los inmigrantes europeos tiene mucho que ver, pues
entre ellos, judíos que huían de la Segunda Guerra Mundial y españoles
republicanos que escapaban de la Guerra Civil , había profesores y artistas que se integraron a la vida cultural
dominicana.
En este marco surge La
Poesía Sorprendida (1943), primer movimiento que arroja una gran interacción con el trabajo
pictórico. La mayoría de ellos de una u otra forma aludieron a las artes
plásticas o a los artistas
plásticos mismos en sus valores humanos. “La poesía Sorprendida adviene con una
actitud amplia que abrió sus puertas, introduciéndolas en el país, a todas las
corrientes literarias de Europa y América” 11. Fueron integrantes del movimiento
Gilberto Gilberto Hernández Ortega -GHO- y Eugenio Fernández Granell, pintores los dos,
español el último que vino con el grupo de artistas e intelectuales mencionados.
Tanto Gilberto Hernández
Ortega como Fernández Granell fueron poetas. Hernández Ortega publicó por lo
menos tres libros de poemas: Poemas de Soledad y Luz, Las Eternas Palabras y De
Gualey al Cielo. Por su parte, Fernández Granell, además de las viñetas que
acompañaban los números de la revista La
Poesía Sorprendida escribió textos en prosa poética, muchos de los cuales
aparecieron en la publicación del movimiento
En las obras de Franklyn
Mieses Burgos encontramos numerosos poemas donde el uso del color y de las
formas soportado por una profunda conceptualidad, suspende la realidad como si
fuera un cuadro. En su libro Gaviotas
Enterradas (1936-1940) hay dos poemas dedicados a Darío Suro y a Gilberto Hernández Ortega: Los
Caballos de Suro vienen Volando, título que refiere a una etapa importante
en la carrera del pintor y Oda a Gilberto
Hernández Ortega.
Pero si nos detenemos en
la poesía de Mieses Burgos es fácil comprobar que en muchos de sus textos el
logro de un clima visual le permite obtener imágenes pictóricas que en
numerosas ocasiones se identifican
con la pintura que más lo motivó. Por ejemplo, en Fábula Inefable de la Niña Loca, los nexos con el mundo gilbertiano
son mayores que en el poema que le
dedica al pintor: ”Aquella dulce niña, que, como yo, tenía/ dos blancas manos
locas tendidas a la luna,/ daba pena mirarla;/porque sólo decía que la luna
había vuelto/sus manos mariposas:/mariposas de sueños que volando se iban/por el cielo remoto de las lunas difuntas.../” 12.
Igualmente, Paisaje con un Merengue al fondo tiene un amplio parentesco con la
pintura no sólo de Yoryi Morel,
sino de lo que podría ser una imagen general de la plástica dominicana
de esa época (Suro, Hernández Ortega, Eligio Pichardo...) Y así múltiples ejemplos que van surgiendo durante su lectura: Elegía por la muerte de Tomás Sandoval empalma con Cuerpo
Presente de Fernando Peña Defilló; Elogio
a la Palma con toda una serie de pinturas de Ada Balcácer; Rosa en Vigilia con una etapa de Jorge Noceda Sánchez; lo que confirma a Franklyn Mieses Burgos como
un poeta de amplia significación, en quien las imágenes visuales apoyan al concepto y
edifican así una poesía vigente
que sirve de equivalente verbal a buena parte de la producción pictórica
dominicana desde los años cuarenta a a los sesenta: “Por dentro de tu noche/solitaria de un llanto de
cuatrocientos años;/por dentro de tu noche caída entre estas islas/como un cielo terrible sembrado de
huracanes;/entre la caña amarga y el negro que no siembra/porque no son tan
largos los cabellos del agua;/inmediato a la sombra caoba de tu carne/tamarindo
crecido entre limones agrios;/ casi junto a tu risa de corazón de coco;/frente
a la vieja herida violeta de tus labios/por donde gota a gota como un oscuro
río /desangran tus palabras,/lo mismo que dos tensos bejucos
enroscados/bailemos un merengue:/un furioso merengue que nunca más se acabe./” 13.
Igualmente, Freddy Gatón
Arce, poeta y sustentador teórico de La Poesía Sorprendida, establece a través
de sus trabajos nexos con la pintura.
Sus textos de Ulía nos dan una realidad agolpada a
base de color y alusiones insólitas. Ulía lo es todo: la poesía, la vida, el
primer ser, el primer amor, todos los amores y el amor:
“... Ulía, cual si estuviésemos en el
fondo de la mar sentados, cabelleras sueltas a todas las corrientes; a esa que
yo pienso en mi locura como a ti, endemoniadamente colérica: sonrisa
desguindada de la forma del lacayo -eterno guardián durmiente; a esa que juega
en la mesa de horizontes como cabelleras de rosas, el triángulo diverso de la
feminidad: verde aridez de primavera dormida en las conciencias ausentadas del
poema-...” 14
El amplio simbolismo de
estos textos, el alto nivel pictórico-descriptivo de muchos de sus párrafos, unido
al aporte del libro como primero de escritura automática en el país, despierta
en un pintor de amplia cultura como José Ramírez Conde (Condecito), todo un
período de su producción, la última de su vida, donde, justamente se sirve del
diseño de las doncellas de Avignon (1907) de Pablo Picasso como correspondiente
visual y cultural al texto de Gatón Arce (1944) .
Freddy Gatón Arce estuvo
ligado por grandes lazos de amistad a Gilberto Hernández Ortega, Eligio Pichardo y José Ramírez Conde, nombres cumbres de las generaciones
pictóricas del 40, 50 y 60, respectivamente. En su libro Retiro hacia la Luz, el Poema
de la Soledad es un homenaje a GHO. Después del fallecimiento de Condecito,
Freddy escribe José Ramírez Conde: a dos años de su muerte un poema donde las condiciones humanas del artista se entremezlan con el mundo de sus personajes
pictóricos: “Una mujer
peinándose guarda tu corazón./ Aun
ahora, cuando no puedes pintarla otra vez./ y todo empezó nudamente/ como se
levantan las criaturas hermosas y dramáticas.../” 15
Uno de sus últimos trabajos, Frente a un Icaro de Amable Sterling, se
nos antoja un retrato hecho a base
de misticismo e imágenes visuales:
“Oh!/Jesús sin maderos
ni clavos/Su vuelo asoma entre bandas/ Y su rostro/ Por unas como telas de
araña/ tejidas la noche anterior a la gloria/Los hombros y puños soportan el
viento/ Y la flexión de las piernas soporta caídas./Y la cabeza
inclinada/Translúcida remite a los hijos/Parece un premio/A la indefensión de
los seres/Una dádiva de la angustia y la paz postrera/Y hoy en el lienzo el
amor/
Acompasa la tierra,
llama al infinito,/Eleva el peso y el misterio de los colores/Desde la
misericordia./Y pasado el asombro y el desgarro,
En arrobo con Él/ La
gracia pega con cera un ala después de otra/Hacia el mar de la vida y las
esferas.” 16
Un tercer poeta de este
movimiento en quien se aprietan los lazos con la producción plástica es Manuel
Rueda. Músico, dramaturgo, crítico, Director del Suplemento Cultural Isla Abierta, Manuel Rueda resulta ser también un
protector de las artes plásticas por la política de apertura a pintores
jóvenes del Suplemento que dirige.
Su texto Visiones de la Tierra, que acompaña el
mural de Elsa Núñez realizado en INTEC demuestra el manejo de lo descriptivo
como instrumento dador de las
esencias: vida, madre, tierra... presentes a lo largo de su producción poética:
“Como aire compacto/sol
y noche fundidos/en el magro terrón/luna de pulpa de guanábana y cocotales
ardientes/quemazones con olor a cadáveres/a traiciones de selvas borrachas/y a
pistoletazo súbito.
Me toco el corazón y
late:/es tierra/bajo el tambor/pisada de puercos cimarrones/ y de
iguanas/arrebatadas ciguas sobre los caimitales/sueño de orquídeas
doñas/azotadas por el ala envidiosa del murciélago./Cómo no amarte/polvo de las
provincias enterradas/en claridad de muerte con sol/y calaveras de animales
domésticos/reclinadas en las bardas/ y portales/y tinajones agrietados/donde el
agua es silencio/y el silencio ese mar ciego/que a lo lejos sucumbe/tambalea/sobre
tapias de cambronales ríspidos/y tumbas de blancores anónimos./
He salido a pisar la
tierra toda/a beberla/en aire azul y lodazales verdes/donde la luna
tiembla/como una raíz pálida que no puede crecer/cercenada por mosquitos y
lianas putrefactas/.
Salmo de los arrozales
con lumbre./Cibao ofrecido en los valles/con claridad de campana/tendido a la
puerta del bohío en las noches sólidas/y en los atardeceres/cuando el
gallo-humo desfleca la cola grisazul/cocoriqueando por haber nacido antes/que
su madre rojiza en los carbones./” 17
A mediado de los
setenta, Manuel Rueda funda el Pluralismo (1975) movimiento que proponía crear un poema de valores visuales y
sonoros. Su libro Con el tambor de las
Islas (1975) recurre a valores pictóricos, formando dibujos con palabras, lo que convierte el texto en
poema - cuadro, exorbitando la condición verbal y logrando múltiples lecturas.
También de La Poesía
Sorprendida, Aída Cartagena establece nexos con la plástica a través de
trabajos críticos que publica
en periódicos y revistas.
Sus textos sobre Eligio Pichardo y Paul Guidicelli
son necesarios para comprender la entrada del abstraccionismo en la
pintura dominicana en la década del 50. Igualmente, su libro-catálogo Galería
de Bellas Artes, resulta ser un valioso registro para ubicar el patrimonio artístico del Estado
y es una excelente referencia sobre nuestros artistas a inicios de la
década del 60. Entre sus poemas se
encuentra uno dedicado a Henry Matisse.
Otro miembro de la
Poesía Sorprendida que hace crítica de arte es Antonio Fernández Spencer, quien
fue, en 1976, el primer Director de la Galería de Arte Moderno, hoy Museo de Arte Moderno.
De los Independientes
del cuarenta, Pedro Mir es autor del poema Hay un
país en el Mundo, que ha
generado numerosas interpretaciones pictóricas; la última, una serie de cuadros
realizados por José Perdomo, artista de los 60, que ocupa un lugar destacado en la producción plástica
actual. Gran amigo del pintor y muralista Silvano Lora, Pedro Mir ha escrito
textos de prosa poética sobre el artista español José Vela Zanetti, el
fotógrafo Domingo Batista y recientemente, sobre la pintura de
Fernando Ureña Rib (1993).
Ramón Francisco, poeta y ensayista, de los llamados “independientes
de los años 50”, escribe sobre el desarrollo de nuestra plástica y aporta datos
precisos sobre los nexos entre poesía y pintura durante los finales de los cincuenta, sesenta y setenta,
citamos: “En muchos pintores de esta época, la concepción de arte integral era una
norma. Casi todos ellos eran jóvenes educados. No intelectuales, precisamente,
y por eso su pintura no fue nunca intelectual, pero casi todos eran jóvenes de
gran cultura, lo cual les permitiría
bucear hasta lo más profundo en las entrañas de la sociedad dominicana.
El ejemplo más notorio que siempre viene a mi memoria es Conde. Lector voraz,
llegó a alcanzar una formación literaria y musical aún más completa que muchos
escritores y que muchos músicos y melómanos de su época. Norberto Santana por
igual. Tengo dibujos de Gilberto
Hernández Ortega en los que el tema es un poema
escrito por él.
Para reafirmar lo que
digo, recordaré que en 1950 se produjo una exposición insólita en nuestro país,
en los Salones del Ateneo, que entonces estaba localizado en los altos del
restaurant Hollywood, en la Calle El Conde esquina Hostos, donde hay hoy un
hotel. Era una exposición poético-pictórica, en el decir de sus organizadores,
la sociedad cultural Alfa y Omega. La palabra y el pigmento juntos. Decenas de
cuadros colgaban al lado de decenas de poemas artísticamente iluminados y
colgados también de las paredes o colocados al azar sobre mesas. Conservo de
esa exposición un poderoso guache de Hernández Ortega, representando a dos
mujeres saliendo de los infiernos, y una viñeta de Rosita Ricourt. Esta
exposición fue una muestra de la solidaridad intelectual de escritores y pintores de la época”. 18
Ramón francisco acogió a
los escritores y artistas plásticos que surgieron en la primera mitad de la
década del 60. Tiene una importante colección de cuadros de esa época.
Al entrar los años
sesenta los nexos entre pintores y poetas se estrechan hasta casi formar una
sola cosa, un solo cuerpo. La muerte de Trujillo y la Guerra de Abril condicionan la producción de seres humanos
sensibles y la mayoría toma el lado de los humildes, de los insurrectos, de los
de abajo...
Arte y Liberación, el
Frente Cultural, El Puño, La Máscara, La Isla... son algunos de los grupos que
se forman incluyendo poetas, narradores, dramaturgos, pintores, dibujantes,
muralistas, escultores. En los recitales de Arte y Liberación los poemas recién
escritos de Miguel Alfonseca y René del Risco hablaban sobre la última muerte,
sobre el último ametrallamiento que Condecito y Silvano Lora habían pintado en vallas y muros .
De René Del Risco, un fragmento de Oda gris para el soldado invasor:
“Venido de la
noche/quizás de lo más negro de la noche/ un hombre con pupilas de piedra
calcinada/anda por las orillas de la noche.../De oscuro plomo el pie y hasta
los besos/viene del vientre
lóbrego de un águila/ que parirá gusanos y esqueletos/para llenar su mar/su
territorio” 19
La utilización del
negro, de la oscuridad, contribuye al dramatismo del poema. Sinembargo, el
color toma cuerpo en versos como
éste :” Moriremos sobre las aceras mojadas/sobre un charco de luz azul, rojiza
,blanca...” 20 en una evidente alusión a la bandera
nacional. Este uso del no color
como elemento dramático y luego la exaltación cromática como símbolo de la
nacionalidad se puede encontrar en la pintura de la época (Silvano Lora,
Ramírez Conde, Gilberto Hernández Ortega...) En poesía, probablemente sea René del Risco y Bermúdez
quien haya utilizado el color de manera más recurrente y acertada.
Entre los aportes de
esta generación al lenguaje poético, Baeza Flores destaca el uso del collage
que fue inicialmente un recurso pictórico: “El aporte del collage a la lírica
Dominicana es un recurso visual-emocional, mental-sugeridor de que se valen
algunos de estos poetas para mostrar una realidad determinada...Collage es una
palabra francesa que significa encoladura. Si aplicamos la idea de collage a
un poema, queremos significar con
ello que se trata de”pegar’ algo en el poema , algo que está “recortado de otra
cosa” - digamos en este caso: tomado o desprendido de la propaganda comercial-
y que “pegamos” , agregamos en el poema para ofrecer un contraste con otros
elementos líricos; para darle una dimensión con un añadido “de una realidad
distinta”. Y el uso del ”collage” nos lleva al cubismo como pintura, pues es
desde el cubismo que nace la idea de “ pegar” o ” encolar” diversos elementos
...
Los tres poetas de 1965
que aplican y representan -e inventan- el collage en la poesía dominicana son
Juan José Ayuso, Jeannette Miller
y Grey Coiscou. Y en la nueva promoción de los poetas de 1965, Héctor Díaz
Polanco y Enriquillo Sánchez...” 21.
”Juan José Ayuso me parece el más afinado de los poetas que emplea el collage como elemento visual y
subliminal en el poema...” 22
Fragmento de Canto sin tregua de Juan José Ayuso:
“Digo y afirmo hoy/sin
importar la paz y la palabra/que hay un guerrero en lucha/exactamente bajo los
nombres de Van Heussen,/Thom McAnn,/y Bulova,/Scheaffer,/White
Label,/Yardley,/Old Spice/y Volkswagen./
Digo y afirmo hoy/que
hay un guerrero en lucha/precisamente bajo /las marcas conocidas que visten y
perfuman,/que duermen y endrogan;/que hay un guerrero en lucha/súbitamente
abajo/de todas estas marcas y estas cosas/y de todos los hombres de la isla/” 23
Fernando Peña Defilló de
la Generación pictórica del 50, es quien introduce en los años 60 el uso del
collage en la pintura dominicana; Jeannette Miller, poeta de los sesenta, autora
del libro Historia de la Pintura Dominicana, crítica de artes plásticas evidentemente ligada a los pintores y sus obras, escribe una
monografía en verso sobre la obra de
Peña Defilló, Mundos Paralelos:
Fragmento de Mundos paralelos:
“Y sólo por Él rompió el
cuadrilátero primero,/y al hacerlo,/que era como romperse él mismo,/los puntos
negros, azules, marrones,/el plata de la noche,/el bronce mañanero,/se
derramaron en rosas y lluvias chorreantes,/en un baño de oro-lava
incontenible/que lo deslumbraba todo./Mucho antes del Descubrimiento,/los
penachos y las armaduras /se convirtieron en frutas exóticas,/verde lino, azul
mar, amarillo brillante.../y por primera vez conoció el pintor/el caliente de
la sangre roja de la vida,/y en plena libertad, en solo regocijo,/pintó los
animales salinos/porque la sal es la presencia marina inaplazable/que dicta los
efluvios,/que premoniza la muerte balsámica/después de una vida plena, llena de
belleza./Entonces la materia desbordada,/esa lava inicial de las galaxias sin
nombre,/esa presencia tibia que origina los átomos,/rompió los papeles huyendo
hacia lo circundante;/en su avalancha/descompuso el tiempo en esferas
diminutas,/unió los átomos de los planetas en formación,/mezcló las larvas y
los huevos antiguos.../y como si su ojo fuera un lente macro,/un caleidoscopio
volitivo,/detuvo a su antojo el movimiento de la luz,/en el preciso momento/en
que ésta multiplicaba los colores./” 24
Baeza Flores afirma que:
“Son los pintores que surgen en la década de los años cincuenta y los que
surgen en la década de los sesenta, los que pueden estar relacionados en lo
emocional y en lo temático con los poetas dominicanos de 1965” 25 y entre ellos cita muy acertadamente a Eligio Pichardo, Silvano Lora, Ramón
Oviedo, Leopoldo Pérez, al Jorge Severino de esos años, José cestero, Dionisio
Rodríguez, Saturnino, Soucy de Pellerano, Cándido Bidó, Elsa Núñez, Gisela
Risk, Julio Susana y Virgilio García... a los que hay que agregar a José
Ramírez Conde (Condecito), Norberto Santana e Iván Tovar.
Ramírez Conde y Miguel
Alfonseca son dos nombres claves de la pintura y la poesía al comenzar la
década de 1960, ambos conforman una síntesis de lo que fue la producción en los
dos órdenes durante esos años; asimismo, René del Risco y Juan José Ayuso hacen
hombro con Silvano Lora, José Cestero, Ramón Oviedo... creando las imágenes de
ese tiempo heroico y determinante.
A partir de 1965, la obra de Ada Balcácer con su serie de los Bacá, es
considerada como un símbolo del mito popular que encarna atropello y opresión,
son muchos los poemas hechos frente a los cuadros de Ada por Enriquillo Sánchez
o Jeannette Miller; igualmente, son muchas las variables que Ada lleva al papel
o a la tela motivada por versos de estos poetas leídos en su estudio.
La integración poesía y
pintura continúa en Proyecta (1968) y Nueva imagen (1972), pero ya ejerciendo
los poetas el papel de críticos o traductores de los lenguajes visuales. A
partir de Proyecta, la integración de Fernando Peña Defilló resulta determinante
para la revolución del medio pictórico mismo: abstracción, collage, nueva
figuración, elementos extrapictóricos convierten la pintura de finales de los
sesenta e inicio de los setenta en una realidad revolucionaria en sí misma.
Los poetas de
post-Guerra o de la segunda mitad de los 60, también interaccionaron con los
artistas plásticos. Norberto James fue un gran amigo de la mayoría de los
pintores mencionados, Soledad Alvarez ha escrito textos sobre Ada Balcácer y
José García Cordero; la afición de Alexis Gómez por la pintura queda manifiesta
en su poema Litoral de un Sueño, dedicado a Iván Tovar:
“En él otros cuerpos se
realizan como promesas tatuadas por la virtuosidad de su espejismo. Curvatura
del arco: el ciervo como la flecha.
El reflejo se gasta en el corazón de su vacío. Cero espiga de oro, cero
ilusión, en la quietud de un concepto amarillo, pobre y moribundo. He dicho
concepto y pude decir línea, rayo, espuela de sol.” 26
Mateo Morrison, de la
misma promoción, dedica su libro A
propósito de Imágenes (1991) a la obra del pintor Dionisio Blanco:
“Las palabras están ahí/
sobre el rojo y el ocre/y sobre el rojo y verde otras palabras/nadie las
pronuncia /porque están ahí ya pronunciadas/moviéndose en
nuestros ojos/como si
fuera posible conversar/con uno mismo y los demás/al mismo tiempo./” 27
Los poetas que surgen a
partir de 1970, unos a través del Taller César Vallejo, otros desde los premios
Siboney y los concursos de Casa de
Teatro, continúan los nexos con la plástica, aunque con otras modalidades. Tres poetas demuestran su atracción por
las artes visuales de distintas maneras: Cayo Claudio Espinal, siendo él mismo
pintor y dibujante. José Enrique García
escribiendo sobre la relación poesía- pintura en Freddy Gatón Arce y
José Ramírez Conde y dedicando en su primer libro, Meditaciones
alrededor de una sospecha, el poema Radial
de Campanas II a la obra de Cuquito Peña:
“Viento,/ viento,/
viento,/ se retuerce el viento en la campana/ y en espiral se lanza sobre el
viento/ desenterrando circulares luces,/ estrujando recuerdos,/ matando viejos
patios,/ edificando antepasadas casas,/ asesinando sospechosas tripulaciones de
colores./ Un aliento salvaje que sale del crepúsculo/ golpea incesante la
realidad,/ crecida,/ y el querer ser que anduvo en pos del ser/ es un rebelde
lirio,/ un follaje de luz derramando en lo verde, una antigua campana de
estáticos sonidos./ Ahora que tenemos la aurora en las manos/ el hombre, el
ausente hombre/ / ve llegar los colores con sus primeros bríos./Amaneció el día
en el canto del sol,/ un tren que humea la distancia/ trae las primitivas
construcciones del pincel,/ una casa,/ un salmo ignorado,/ el deseo del hombre
de descifrar al hombre. En los puños aún palpitan las radiales campanas./” 28
José Mármol trata el
tema de la pintura y de los pintores de manera insistente, con una obra de
estricto manejo formal donde a veces el poema mismo se convierte en un diseño
de valores visuales. Son tantos los ejemplos y tan distintas las aproximaciones
que pueden hacerse a partir de la obra de Mármol, que los lazos entre poesía y pintura que aportan sus textos merecerían
un estudio aparte.
.Como ejemplo, Esquicio
del Vuelo :
“Voy a dibujar un pájaro
que es el mismo vuelo. y un vuelo
que aún no tiene pájaro.
vuelo que se crea con su
pájaro. pájaro agotado
en los tonos de su vuelo. no voy
a dibujar un pájaro
volando sino al mismo vuelo
dibujándose. y en mi
turno de sentirme dios.voy a crear
un himno para el viento
y la memoria.” 29
Otros ejemplos de
integración poesía-pintura resultan ser el trabajo de murales con
poemas integrados que se viene llevando a cabo en Santo Domingo y ciudades del
interior patrocinado por una firma comercial. Manuel Rueda y Elsa Núñez, Geo Ripley y José Mármol, Silvano
Lora y Plinio Chahín, Soucy Pellerano y Martha Rivera... son algunos de los
nombres que llenan los muros de la
Capital para ofrecer al transeúnte el regalo de su trabajo. Paisaje dominicano: pintura y poesía,
libro hecho por Freddy Gatón Arce y Jeannette Miller a fines de 1992, es otro
ejemplo a mencionar .
A partir de los años
sesenta y después de la muerte de
Trujillo, se producen relaciones politicoeconómicas más abiertas que
permiten la proliferación del
trabajo artístico. Eso sucede
especialmente con las artes plásticas;
los pintores y escultores
necesitan que escriban sus monografías, que se organice el acontecer de la plástica y quienes
mejores que los poetas para hacerlo. En
ese orden tenemos que Jeannette Miller publica la Historia de la Pintura Dominicana (1979) y escribe las monografías de Gilberto Hernández Ortega, Paul
Guidicelli, Eligio Pichardo y Fernando Peña Defilló; Miller ha dedicado poemas
a las obras de Ada Balcácer y de José Rincón Mora. Danilo De los Santos escribe
La Pintura en la Sociedad Dominicana
y una monografía sobre Yoryi Morel; Cándido Gerón una Enciclopedia de las Artes Plásticas Dominicanas; Pedro Vergés el texto para la monografía de Antonio Prats-Ventós; Manuel Núñez estudios sobre Jesús Desangles y José
Perdomo; Soledad Alvarez
presentaciones sobre Ada Balcácer y José García Cordero; León David ha
hecho crítica de artes plásticas e igualmente Abil Peralta Agüero. Diógenes
Céspedes ha publicado trabajos importantes sobre distintos pintores entre los
que se destacan los de Elsa Núñez y Freddy Rodríguez. Ya habíamos destacado los
escritos sobre artes plásticas hechos por Aída Cartagena y Antonio Fernández Spencer.
Otra relación que se ha
dado entre pintores y poetas ha sido la ilustración de textos.
Desde las viñetas
dibujadas por Jaime Colson para Tomás Hernández Franco, pasando por los dibujos de
Gilberto Hernández Ortega para poemas de Franklyn Mieses Burgos y Freddy Gatón
Arce, para seguir con las ilustraciones de Domingo Liz para el libro Del Comienzo a la mitad de la vida de
Máximo Avilés Blonda y la portada de Ada Balcácer para Fichas de Identidad de Jeannette Miller, sin olvidar los dibujos de Eligio Pichardo para Utopía
de los Vínculos de Cayo Claudio
Espinal, las interpretaciones de contenido, o simplemente la afinidad entre
imágenes visuales y verbales han sido muchas.
Igualmente, ha habido y
hay pintores poetas y poetas pintores. Entre los primeros Jaime Colson, Gilberto Hernández Ortega, Danilo De los Santos; entre los segundos han hecho exposiciones Manuel Del
Cabral y Cayo Claudio Espinal.
A esta altura de final
de siglo, en medio de una civilización que cada vez más camina a lo
audiovisual, parecería que la palabra, la poesía, va quedando rezagada, pero
todavía la captación instantánea de esa realidad que es el cuadro mismo, ese
sentir de inmediato los colores y las formas que por su facilidad sensorial
tiende a desplazar la reflexión a la que remite la palabra como concepto,
necesita, paradójicamente, la
traducción de los valores que el cuadro representa en palabras para que pueda
quedar fijado como cultura. Por eso, todavía poesía y pintura van de la mano como amantes, la pintura con
toda la fuerza que le aporta el mercado por su condición de objeto, la poesía
con toda la humildad y la permanencia que siempre la han caracterizado; y van
juntas porque se necesitan, porque se complementan.... Particularmente, yo espero que siga
siendo así por mucho tiempo.
Citas y notas:
1. Emilio Rodríguez
Demorizi. Pintura y Escultura en Santo Domingo.Colección Pensamiento
Dominicano, Santo Domingo, República Dominicana. 1972. Página 37.
2. Emilio Rodríguez
Demorizi. Obra citada.Página 40.
3. Alberto Baeza Flores.
La Poesía Dominicana en el Siglo XX. Universidad Católica Madre y Maestra.
Santiago, República Dominicana.1976. Página 203.
4. Alberto Baeza Flores.
Obra citada.1976.Página 234.
5. Alberto Baeza Flores.
Obra citada.1976.Página 234
6. Alberto Baeza Flores.
Obra citada.1976.Página 448.
7 .Manuel Rueda y Lupo
Hernández Rueda. Antología Panorámica de la Poesía Dominicana Contemporánea
(1912-1962). Los Movimientos Literarios.Universidad Católica Madre y
Maestra.Santiago,República Dominicana.1972.Página 47.
8. Domingo Moreno
Jiménez. Oración en Alberto Baeza Flores . Obra citada.1976. Páginas 462 y 463.
9. Manuel Rueda y Lupo Hernández Rueda.
Obra citada. Página 109.
10. Rafael Díaz Niese en
Cuadernos Dominicanos de Cultura, número 12, agosto de 1944.Páginas 18 y 11. Manuel Rueda y Lupo Hernández Rueda. Obra citada. Página
125.
12. Franklyn Mieses
Burgos.Clima de Eternidad. Obras Completas. Pág. 81.
13. Franklyn Mieses
Burgos. Obra citada. Página 105.
14. Freddy Gatón Arce.
Desgarrados cristales de Ulía en Manuel Rueda y Lupo Hernández Rueda. Obra
citada.Página 279.
15. El Caribe,
Suplemento Cultural,21 de octubre de 1989. Santo Domingo. República Dominicana.
16. Freddy Gatón Arce.
La Moneda del Príncipe. Ediciones La Poesía Sorprendida.Cincuentenario
(1943-1993).Editora Taller. Santo Domingo, República Dominicana. 1993.
17. Manuel Rueda. Por los Mares de la Dama. Amigo del Hogar.
Santo Domingo, República Dominicana.1976. Página 47.
18..Ramón Francisco. Una
teoría de la Re-expresión, o sea, una visión de un coleccionista.Trabajo leído
en la tertulia del Centro Cultural Hispánico. Actualidad de las Artes
Plásticas, el 3 de agosto de 1992.
19. René Del Risco. Oda
Gris para el Soldado Invasor. En Pueblo, sangre y canto. Publicación del Frente
Cultural. Santo Domingo, República Dominicana. 1965.Sin nombre de editora.
Páginas 8 y 9 .
20.Alberto Baeza Flores.
Los Poetas Dominicanos del 1965: una generación importante y distinta.Colección
Orfeo,Biblioteca Nacional. Santo Domingo, República Dominicana.1985.
Página 288.
21. Alberto Baeza
Flores. Obra citada,1985.Páginas 244, 245 y 246.
22. Alberto Baeza
Flores. Obra citada,1985.Página 247
23. Alberto Baeza
Flores. Obra citada,1985.Páginas 247 y 248.
24. Jeannette Miller.
Fernando Peña Defilló: Mundos Paralelos. Amigo del Hogar. Santo Domingo,
República Dominicana,1985.Pág.16.
25. Baeza Flores. Obra
citada,1985. Página 124.
26. Alexis Gómez Rosa. Tiza y Tinta, Antología Poética. Lluvia Editores,Lima,
Perú, l990.Página 36.
27. Mateo Morrison Las
Palabras están ahí. A propósito de Imágenes.Textos basados en la obra de
Dionisio Blanco. Editora Taller. Santo Domingo, República Dominicana.1991.
28. José Enrique García.
Meditaciones alrededor de una sospecha. Imprenta del Norte, Santiago, República
Dominicana. 1977. Páginas 14 y 15.
29. José Mármol. La
Invención del Día. Esquicio del vuelo. Amigo del Hogar. Santo Domingo,
República Dominicana.1989. Página 16.
Bibliografía
Antología Concurso de Poesía. Casa de Teatro 1984. Editora Corripio .Santo Domingo,República Dominicana, 1986,
Baeza Flores, Alberto. La Poesía Dominicana en el Siglo XX. Universidad Católica
Madre y Maestra. Santiago, República Dominicana,1976.
Baeza Flores, Alberto. Los Poetas Dominicanos del 1965: una generación importante
y distinta. Colección Orfeo, Biblioteca Nacional. Santo Domingo, República
Dominicana.1985.
Céspedes, Diógenes. Lenguaje y Poesía en Santo Domingo en el Siglo XX.Colección
Arte y Sociedad No.19.Editora Universitaria UASD. Santo Domingo, República Domingo. 1985.
Colson, Jaime.
Memorias de un pintor trashumante.
Paris 1924/Santo Domingo 1968. Artes Gráficas Manuel Pareja. Montaña 16. Barcelona, España.1978
Cuadernos de Poética. Año V No.14.
ENERO-ABRIL de 1988. Santo
Domingo, República Dominicana.
Cuadernos Dominicanos de Cultura No.12, Agosto 1944.Ciudad Trujillo, República
Dominicana.
Demorizi, Emilio Rodríguez Pintura y Escultura en Santo Domingo Colección Pensamiento
Dominicano 1972.
García López, José. Resumen de Historia de las Literaturas Hispánicas.
Editorial Teide, S. A. Barcelona.1968.
Hernández Ortega, Gilberto. Poemas de Soledad y Luz (1961-1965). Editora Montalvo.Santo
Domingo, República Dominicana, 1966.
Hernández Ortega, Gilberto. Las Eternas Palabras. Editora Taller.Santo Domingo,
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