Julieta Otero Damirón. "...mezcla de diosa, de ave y de mujer." (1)
Julieta Otero Damirón. Cantante lírica, soprano
coloratura, nació en Santo Domingo, República Dominicana, el 19 de diciembre
de 1809. Hija de Salvador Otero Nolasco y de Silveria Damirón Guerrero de Otero, su
padre fue un importante jurista dominicano.
A los dieciséis años, el maestro José de Jesús Ravelo -don Chuchú- la oyó cantar y a
partir de entonces se convirtió en su mentor llegando a escribir piezas para la
tesitura de su voz.
Se presentó en
los más importantes teatros del país, pero especilmente en las iglesias católicas
donde interpretaba música sacra. Intelectuales, poetas y personalidades del mundo político y social de la décadas de 1910-1920, (Francisco Ulises Espaillat, Rafael Estrella Ureña, Emilio Prud-Home, Eugenio Deschamps, Federico Bermúdez, Apolinar Perdomo, Ramón Emilio Jiménez, Mercedes Mota, Germán Ornes y muchos más) llenaron las páginas de los más importantes periódicos y revistas de la época, ponderando su voz y formando, además, la Sociedad Pro-Julieta (1917), que se proponía enviarla a realizar estudios de canto en la Scala de Milán.
Sobre ella escribió la historiadora y periodista domínico-española
María Ugarte:
“La llamaban la Alondra y la Patti
dominicana. La aclamaban en el teatro y los elogios a su voz llenaban columnas
de revistas y periódicos. Cuando aparecia en el escenario, su porte impresionante
y su simpatia natural creaban un ambiente de admiracion y de entusiasmo.
Surgio en el año 1915 como una
revelación y una promesa. En 1917 su nombre era sinónimo de triunfo. Julieta
Otero había deslumbrado con su espléndida voz de soprano coloratura a todos los
amantes de la buena música.
Fue aquí, en la capital de la
República, donde se dio a conocer y fue en muchas de las principales ciudades
del país donde sus actuaciones sacudian la sensibilidad de los espectadores con
la interpretación de las arias de su abundante repertorio. Todos los
dominicanos se sentian orgullosos de la diva.
Si se hubiera podido proyectar al
exterior, si hubiera seguido estudios avanzados de canto en conservatorios
europeos, su nombre, posiblemente, hubiera figurado en las grandes salas de
conciertos del mundo, porque la calidad de su voz y sus aptitudes naturales se
prestaban a ello.
Cuando era niña vivía con su
familia en la calle Arzobispo Nouel, entre la Hostos y la Duarte. Como la
Iglesia del entonces ex-convento dominico le quedaba muy cerca de su hogar,
acostumbraba ir al
templo para escuchar los cantos en las ceremonias religiosas, especialmente en
las misas de difuntos. La voz de monseñor, Eliseo Pérez sanchez, a la sazón un
simple
clerigo, Ie fascinaba. Y cuando la chiquilla regresaba a su casa, se
encaramaba en una vieja tinaja espanola que había en el patio y desde alli repetia
las fúnebres melodías recién escuchadas. Su madre le decia que aquellos cantos
"azaraban".
Tenía más o menos 15 ó 16 anos
cuando en esta ciudad se formó un grupo teatral integrado por Salvador
Paradas, Salvador Sturla, Miguel Sanz y Porfirio Herrera, entre otros que,
quizas se olviden.
Alguien sugirió que se invitara a
Julieta a parlicipar en la compania y Salvador Sturla preguntó: "¿Tiene
acaso aptitudes?".
Y a modo de prueba, cantó la
joven un número de la zarzuela "Puñao de rosas" y Salvador Paradas exclamó
asombrado:
"¡De cualquier ladrillo se
saca manteca!".
(Contaba doña Julieta, un año
antes de morir, todos estas experiencias con un dejo de nostalgia no exento de
cierto orgullo. Y su memoria, sin gran esfuerzo, se trasladaba a muchas décadas
atras de su existencia).
Ante aquella demostración de su
capacidad como cantante, la incorporaron a una compania de aficionados que
montó la obra Grito de Lares, de autor puertorriqueño.
Un día, don Vicente Ortiz y el
señor Dopico idearon organizar en el Teatro Colón una velada a beneficio de .
la Cruz Roja de los paises aliados. Corría el año de 1915 y en Europa se
desarrollaba la Primera Guerra Mundial.
Pidieron entonces a Julieta que
cantara en la funcion benéfica y ella, temblando, contestó:
"Esta bien,. siempre y
cuando el maestro Ravelo y su orquesta me acompañen".
Todavia al cabo de más de 60 años
consideraba doña Julieta que aquello habia sido un atrevimiento de su parte,
porque el maestro Ravelo era la mayor autoridad musical de la época y ella
apenas tenia 17 anos.
Enterado el maestro José de J.
Ravelo, don Chuchú, de la exigencia formulada por la mucbacha, se presentó a
los dos dias en su casa y Ie dijo al padre de Julieta, el abogado Salvador
Otero Nolasco, que venía comisionado por Ortiz y Dopico para oír cantar a su
hija, Y preguntó a ésta:
"¿Qué
vas a cantar?"
Y al contestar ella que la
romanza de la opera Anillo de Hierro, el maestro hizo una mueca con la boca
como si pensara que aquello resultaba demasiado, porque Julieta, debemos
recordarlo, no sabía ni una nota musical.
Pero cuando la muchacha terminó,
Ravelo, entusiasmado, dijo:
"La voy a dedicar al
canto" .
Y para iniciarla, Ie llevó una
colección de óperas. Cantó Julieta a dúo en el Teatro Colón con Salvador.
Sturla; y en el Listín Diario, un
cronista que firmaba XX dijo que la joven habia obtenido "un triunfo colosal"
.
A partir de los meses finales de
1915, la prensa comenzó a dedicarle elogiosas criticas en el estilo densamente
adjetivado de la época. Julieta guardaba en
sus viejos recuerdoa algunos recortes de aquellos
comentarios escritos en la forma ampulosa de la prosa periodística de
comienzos de siglo.
Vale la pena reproducir algunos.
Un cronista decía en 1915 al reseñar una presentacion de Julieta en el Liceo
Musical:
"La voz de Julieta Otero, el
divino acento de Julieta, puro, armónico, intenso, con un soberano dominio de
las reconditeces de la melodía, con una exquisita intuicion ... "
Y el 17 de noviembre de 1916,
Jacinto Silvestre (seudónimo de Juan Salvador Durán) escribía en el Listin Diario
al comentar una velada que tuvo efecto en la casa del maestro Ravelo, donde
cantó Julieta, sin cansarse, seis numeros seguidos:
"Voz sonora, dulce,
angelical, suave y facil, vocalizacion clara y registro completo, desde los
graves y sonoros como arrullos de tórtola, hasta los agudos en que se confunden
la fIauta y el ruiseñor".
Voz cálida y potente
Hace ya varios años, el
musicólogo Julio Ravelo, hijo del maestro José de Jesús Ravelo, quien fuera maestro
y mentor de Julieta Otero, nos ofrecia con palabras menos poeticas, pero más
precisas, detalles sobre la voz y condiciones musicales de la diva:
"Cálida, potente, con gran
facilidad para el registro agudo. Como artista Julieta era sumamente inteligente
y aprendía con asombrosa rapidez las obras. Tenía afinación perfecta y ritmo
muy ajustado. Su extraordinaria memoria Ie permitia disponer de un vasto
repertorio y cantaba arias muy dificiles, como por ejemplo Una voce poco fa, del Barbero de Sevilla, de Rossini; Caro nome, de Rigoletto; el aria de la locura de Ofelia, de la
opera Lucia de Lammermoor; y un aria que, por sus dificultades, casi ninguna
soprano canta: la de la locura de la
opera Hamlet, de Ambroise Thomas".
También don Julio Ravelo nos
describió en aquella ocasión el aspecto fisico y el temperamento de Julieta en
los años de juventud:
"Era una mujer muy buena
moza, alta, de buena presencia, de figura más bien llena, de temperamento jovial,
sencilla y simpática, y muy serena ante el público" .
Esto de la serenidad fue una
cualidad muy acentuada que Ie ayudó enormemente en su
carrera artistica Gira en 1917
Julieta Otero se convirtió muy pronto en ídolo de su pueblo.
Los inicios de 1917 son de prueba y de triunfo. En febrero canta con Miguel
Larrea, llamado el Caruso mexicano.
En abril habría de cantar en varios conciertos con el
baritono español Marino Anieto. En ese mismo mes, Arturo J. Pellerano y
Federico Llaverías proponen organizar una velada a beneficio de Julieta para
enviarla a estudiar canto a Milan.
La función tuvo efecto en el Teatro Colón el 9 de mayo de 1917. La presentación
estuvo a cargo de Manuel Arturo Machado y Ramón Emidio Jiménez. La homenajeada,
vestida de blanco y acompañada del maestro Ravelo y su octeto, canto varias
arias que un público delirante coronó con repetidos aplausos. -,
Se organizó a seguidas una "tournee" con el mismo propósito
de allegar fondos para enviar a Julieta a un conservatorio europeo. San Pedro
de Macorís, Puerto Plata, Santiago, Moca, La
Vega
y San Francisco de Macorís recibieron con júbilo la visita de la embajada artística en la que la soprano
estuvo acompañada del maestro Ravelo y su octeto.
Todos los órganos de prensa de las provincias en que Julieta
Otero se presentó, Ie dedicaron artículos cargados de elogios, en el estilo
romántico de la época.
No fue dificil reunir la suma necesaria para financiar los
estudios de Julieta en el continente europeo. Monseñor Nouel y el Ayuntamiento
de Santo Domingo Ie ofrecieron becas. La solidaridad de todos los dominicanos
la recordaba doña Julieta con emocion en los últimos años de su vida.
Carrera tronchada
Todo estaba dispuesto y preparado para lIegar a la meta anhelada. Pero cuando
hubo que dar el paso final, su padre, muy chapado a la antigua, decidió que
Julieta sólo podría irse a !talia, el país elegido, si la acompañaba durante su
permanencia alli,la totalidad de la familia. jY eran, nada más y nada menos,
que nueve hijos! Está de más decir que los medios disponibles para sufragar
los gastos serían más que insuficientes para mantener a todos, Y asi, la
carrera artistica de la Patti dominicana quedaba tronchada ...
Vida privada
Casó ,Julieta en primeras nupcias
con un norteamericano de nombre Joseph Hamilton Miller, de quien tuvo dos
hijos: Freddy y Alvin. EI primero fue el padre de nuestra escritora y critica
de arte Jeannette Miller, a quien doña Julieta crio como una hija. Jeannette
siente veneracion y un carino profundo por aquella excepcional mujer junto a la
cual vivio durante muchos anos.
Al divorciarse de Miller, la diva se fue a Nueva York a estudiar
canto. Alli su voz causó tal impresión que un destacado profesor de aquella
ciudad Ie ofreció prepararla sin cobrarle un centavo. Pola Negri y Rodolfo Valentino
la oyeron cantar y elogiaron su arte. Pero estaba de Dios que no lIegaría a ser
lo que, por su voz 'y sus condiciones artísticas, hubiera podido alcanzar. Uno
de sus hijos enfermó en Santo Domingo y ella, regresó al país. No quiso volver
a Nueva York.
EI 18 de enero de 1926, contrajo matrimonio con el militar
Fernando A. Sánchez, quien luego fue ascendido a general. Sus presentaciones
publicas a partir de entonces fueron esporádicas y se limitaron a conciertos
en el Club Unión y en funciones religiosas.
Poco antes de morir, doña Julieta conservaba todavía,
bastante de su voz de soprano, aunque, como es lógico, sin los mismos registros
del pasado. La alta presión arterial la impedía, sin embargo, dedicarse,
incluso en la intimidad de su hogar, a lo que para ella fue, en un momento
dado, la gran razón de su vida. Pero guardaba cuidadosamente en su álbum, como
un tesoro, las composiciones poéticas a ella dedicadas por los más destacados
escritores de la época de juventud: Juan Bautista Lamarche, Ramón
Emilio Jiménez, Federico Bermúdez y Apolinar Perdomo.
En el mes de agosto de 1980, Julieta Otero, la Alondra
dominicana, entregaba su alma a Dios, muy lejanos ya los años en que lIegó a
ser el ídolo indiscutible de su pueblo.”(2)
1 Germán Ornes. A Julieta Otero. Puerto Plata, República Dominicana. Agosto de 1917
2 María Ugarte, Julieta Otero, la Patti dominicana.Suplemento del periódico El Caribe, 18 de abril de 1998. Página 4. Santo Domingo, República Dominicana
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