viernes, 3 de febrero de 2017

Julieta Otero Damirón. "...mezcla de diosa, de ave y de mujer." (1)



Julieta Otero Damirón. Cantante lírica, soprano coloratura, nació en Santo Domingo, República Dominicana, el 19 de diciembre de 1809. Hija de Salvador Otero Nolasco y de Silveria Damirón Guerrero de Otero, su padre fue un importante jurista dominicano.
A los dieciséis años, el maestro José  de Jesús Ravelo -don Chuchú- la oyó cantar y a partir de entonces se convirtió en su mentor llegando a escribir piezas para la tesitura de su voz.
Se presentó  en los más importantes teatros del país, pero especilmente en las iglesias católicas donde interpretaba música sacra. Intelectuales, poetas y personalidades del mundo político y social de la décadas de 1910-1920, (Francisco Ulises Espaillat, Rafael Estrella Ureña, Emilio Prud-Home, Eugenio Deschamps, Federico Bermúdez, Apolinar Perdomo, Ramón Emilio Jiménez, Mercedes Mota, Germán Ornes y muchos más) llenaron las páginas de los más importantes periódicos y revistas de la época, ponderando su voz y formando, además, la Sociedad Pro-Julieta (1917), que se proponía enviarla a realizar estudios de canto en la Scala de Milán.
Sobre ella escribió la historiadora y periodista domínico-española María Ugarte:
La llamaban la Alondra y la Patti dominicana. La aclamaban en el teatro y los elogios a su voz llenaban columnas de revistas y periódicos. Cuando aparecia en el escenario, su porte impresio­nante y su simpatia natural creaban un ambiente de admiracion y de entusiasmo.
Surgio en el año 1915 como una revelación y una pro­mesa. En 1917 su nombre era sinónimo de triunfo. Ju­lieta Otero había deslumbrado con su espléndida voz de soprano coloratura a todos los amantes de la buena música.
Fue aquí, en la capital de la República, donde se dio a conocer y fue en muchas de las principales ciudades del país donde sus actuaciones sacudian la sensibilidad de los espectadores con la interpretación de las arias de su abundante repertorio. Todos los dominicanos se sentian orgullosos de la diva.
Si se hubiera podido proyectar al exterior, si hubiera seguido estudios avanzados de canto en conservatorios europeos, su nombre, posiblemente, hubiera figurado en las grandes salas de conciertos del mundo, porque la calidad de su voz y sus aptitudes naturales se pres­taban a ello.
Cuando era niña vivía con su familia en la calle Ar­zobispo Nouel, entre la Hostos y la Duarte. Como la Iglesia del entonces ex-convento dominico le quedaba muy cerca de su hogar, acostumbraba ir al templo para escuchar los cantos en las ceremonias religiosas, es­pecialmente en las misas de difuntos. La voz de mon­señor, Eliseo Pérez sanchez, a la sazón un simple
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clerigo, Ie fascinaba. Y cuando la chiquilla regresaba a su casa, se encaramaba en una vieja tinaja espanola que había en el patio y desde alli repetia las fúnebres melodías recién escuchadas. Su madre le decia que aquellos cantos "azaraban".
Tenía más o menos 15 ó 16 anos cuando en esta ciu­dad se formó un grupo teatral integrado por Salvador Paradas, Salvador Sturla, Miguel Sanz y Porfirio He­rrera, entre otros que, quizas se olviden.
Alguien sugirió que se invitara a Julieta a parlicipar en la compania y Salvador Sturla preguntó: "¿Tiene acaso aptitudes?".
Y a modo de prueba, cantó la joven un número de la zarzuela "Puñao de rosas" y Salvador Paradas ex­clamó asombrado:
"¡De cualquier ladrillo se saca manteca!".
(Contaba doña Julieta, un año antes de morir, todos estas experiencias con un dejo de nostalgia no exento de cierto orgullo. Y su memoria, sin gran esfuerzo, se trasladaba a muchas décadas atras de su existencia).
Ante aquella demostración de su capacidad como can­tante, la incorporaron a una compania de aficionados que montó la obra Grito de Lares, de autor puertorri­queño.
Un día, don Vicente Ortiz y el señor Dopico idearon organizar en el Teatro Colón una velada a beneficio de . la Cruz Roja de los paises aliados. Corría el año de 1915 y en Europa se desarrollaba la Primera Guerra Mundial.
Pidieron entonces a Julieta que cantara en la funcion benéfica y ella, temblando, contestó:
"Esta bien,. siempre y cuando el maestro Ravelo y su orquesta me acompañen".
Todavia al cabo de más de 60 años consideraba doña Julieta que aquello habia sido un atrevimiento de su parte, porque el maestro Ravelo era la mayor autori­dad musical de la época y ella apenas tenia 17 anos.
Enterado el maestro José de J. Ravelo, don Chuchú, de la exigencia formulada por la mucbacha, se presentó a los dos dias en su casa y Ie dijo al padre de Julieta, el abogado Salvador Otero Nolasco, que venía comisio­nado por Ortiz y Dopico para oír cantar a su hija, Y preguntó a ésta:
"¿Qué vas a cantar?"
Y al contestar ella que la romanza de la opera Anillo de Hierro, el maestro hizo una mueca con la boca como si pensara que aquello resultaba demasiado, porque Ju­lieta, debemos recordarlo, no sabía ni una nota musical.
Pero cuando la muchacha terminó, Ravelo, entusias­mado, dijo:
"La voy a dedicar al canto" .
Y para iniciarla, Ie llevó una colección de óperas. Cantó Julieta a dúo en el Teatro Colón con Salvador.
Sturla; y en el Listín Diario, un cronista que firmaba XX dijo que la joven habia obtenido "un triunfo colo­sal" .
A partir de los meses finales de 1915, la prensa co­menzó a dedicarle elogiosas criticas en el estilo den­samente adjetivado de la época. Julieta guardaba en sus viejos recuerdoa algunos recortes de aquellos co­mentarios escritos en la forma ampulosa de la prosa periodística de comienzos de siglo.
Vale la pena reproducir algunos. Un cronista decía en 1915 al reseñar una presentacion de Julieta en el Li­ceo Musical:
"La voz de Julieta Otero, el divino acento de Julieta, puro, armónico, intenso, con un soberano dominio de las reconditeces de la melodía, con una exquisita intui­cion ... "
Y el 17 de noviembre de 1916, Jacinto Silvestre (seudó­nimo de Juan Salvador Durán) escribía en el Listin Dia­rio al comentar una velada que tuvo efecto en la casa del maestro Ravelo, donde cantó Julieta, sin cansarse, seis numeros seguidos:
"Voz sonora, dulce, angelical, suave y facil, vocali­zacion clara y registro completo, desde los graves y sonoros como arrullos de tórtola, hasta los agudos en que se confunden la fIauta y el ruiseñor".
Voz cálida y potente
Hace ya varios años, el musicólogo Julio Ravelo, hijo del maestro José de Jesús Ravelo, quien fuera maes­tro y mentor de Julieta Otero, nos ofrecia con palabras menos poeticas, pero más precisas, detalles sobre la voz y condiciones musicales de la diva:
"Cálida, potente, con gran facilidad para el registro agudo. Como artista Julieta era sumamente inteligente y aprendía con asombrosa rapidez las obras. Tenía afi­nación perfecta y ritmo muy ajustado. Su extraordi­naria memoria Ie permitia disponer de un vasto repertorio y cantaba arias muy dificiles, como por ejemplo Una voce poco fa, del Barbero de Sevilla, de Ros­sini; Caro nome, de Rigoletto; el aria de la locura de Ofelia, de la opera Lucia de Lammermoor; y un aria que, por sus dificultades, casi ninguna soprano canta: la de la locura de la opera Hamlet, de Ambroise Tho­mas".
También don Julio Ravelo nos describió en aquella ocasión el aspecto fisico y el temperamento de Julieta en los años de juventud:
"Era una mujer muy buena moza, alta, de buena pre­sencia, de figura más bien llena, de temperamento jo­vial, sencilla y simpática, y muy serena ante el público" .
Esto de la serenidad fue una cualidad muy acentuada que Ie ayudó enormemente en su carrera artistica Gira en 1917
Julieta Otero se convirtió muy pronto en ídolo de su pueblo. Los inicios de 1917 son de prueba y de triunfo. En febrero canta con Miguel Larrea, llamado el Caruso mexicano.
En abril habría de cantar en varios conciertos con el baritono español Marino Anieto. En ese mismo mes, Arturo J. Pellerano y Federico Llaverías proponen or­ganizar una velada a beneficio de Julieta para enviarla a estudiar canto a Milan. La función tuvo efecto en el Teatro Colón el 9 de mayo de 1917. La presentación es­tuvo a cargo de Manuel Arturo Machado y Ramón Emi­dio Jiménez. La homenajeada, vestida de blanco y acompañada del maestro Ravelo y su octeto, canto va­rias arias que un público delirante coronó con repetidos aplausos. -,
Se organizó a seguidas una "tournee" con el mismo propósito de allegar fondos para enviar a Julieta a un conservatorio europeo. San Pedro de Macorís, Puerto Plata, Santiago, Moca, La Vega y San Francisco de Ma­corís recibieron con júbilo la visita de la embajada artís­tica en la que la soprano estuvo acompañada del maestro Ravelo y su octeto.
Todos los órganos de prensa de las provincias en que Julieta Otero se presentó, Ie dedicaron artículos car­gados de elogios, en el estilo romántico de la época.
No fue dificil reunir la suma necesaria para finan­ciar los estudios de Julieta en el continente europeo. Monseñor Nouel y el Ayuntamiento de Santo Domingo Ie ofrecieron becas. La solidaridad de todos los domi­nicanos la recordaba doña Julieta con emocion en los últimos años de su vida.
Carrera tronchada
Todo estaba dispuesto y preparado para lIegar a la meta anhelada. Pero cuando hubo que dar el paso fi­nal, su padre, muy chapado a la antigua, decidió que Julieta sólo podría irse a !talia, el país elegido, si la acompañaba durante su permanencia alli,la totalidad de la familia. jY eran, nada más y nada menos, que nueve hijos! Está de más decir que los medios dispo­nibles para sufragar los gastos serían más que insuficientes para mantener a todos, Y asi, la carrera artistica de la Patti dominicana quedaba tronchada ...
Vida privada
Casó ,Julieta en primeras nupcias con un norteame­ricano de nombre Joseph Hamilton Miller, de quien tuvo dos hijos: Freddy y Alvin. EI primero fue el padre de nuestra escritora y critica de arte Jeannette Miller, a quien doña Julieta crio como una hija. Jeannette siente veneracion y un carino profundo por aquella excepcio­nal mujer junto a la cual vivio durante muchos anos.
Al divorciarse de Miller, la diva se fue a Nueva York a estudiar canto. Alli su voz causó tal impresión que un destacado profesor de aquella ciudad Ie ofreció pre­pararla sin cobrarle un centavo. Pola Negri y Rodolfo Valentino la oyeron cantar y elogiaron su arte. Pero estaba de Dios que no lIegaría a ser lo que, por su voz 'y sus condiciones artísticas, hubiera podido alcanzar. Uno de sus hijos enfermó en Santo Domingo y ella, re­gresó al país. No quiso volver a Nueva York.
EI 18 de enero de 1926, contrajo matrimonio con el militar Fernando A. Sánchez, quien luego fue ascen­dido a general. Sus presentaciones publicas a partir de entonces fueron esporádicas y se limitaron a concier­tos en el Club Unión y en funciones religiosas.
Poco antes de morir, doña Julieta conservaba todavía, bastante de su voz de soprano, aunque, como es lógico, sin los mismos registros del pasado. La alta presión arterial la impedía, sin embargo, dedicarse, incluso en la intimidad de su hogar, a lo que para ella fue, en un momento dado, la gran razón de su vida. Pero guar­daba cuidadosamente en su álbum, como un tesoro, las composiciones poéticas a ella dedicadas por los más destacados escritores de la época de juventud: Juan Bautista Lamarche, Ramón Emilio Jiménez, Federico Bermúdez y Apolinar Perdomo.
En el mes de agosto de 1980, Julieta Otero, la Alon­dra dominicana, entregaba su alma a Dios, muy leja­nos ya los años en que lIegó a ser el ídolo indiscutible de su pueblo.”(2)

1 Germán Ornes. A Julieta Otero. Puerto Plata, República Dominicana. Agosto de 1917
2 María Ugarte, Julieta Otero, la Patti dominicana.Suplemento del periódico El Caribe, 18 de abril de 1998. Página 4. Santo Domingo, República Dominicana

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